Me
gusta ver cuando cae la nieve, que el suelo y los árboles cambien de color, alegra
el día nublado, por la noche todo está lleno de una luz especial, blanca, transparente,
dulce, cuando la conocí estaba un
poco delicada de
salud, mi mamá no me permitió salir, pero recuerdo a los niños jugando a
tirar bolas de nieve, también a los muchachos y a algún señor que pasaba y le
tocaba un “bolazo” como decían ellos.
Después
cuando estaba en la escuela primaria y empezaba a nevar, no dejábamos de ver
hacia la ventana, al terminar la hora de
clases corríamos para llegar pronto a casa, dejar los cuadernos y salir a jugar.
Nunca olvidaré como veía
a mis primos y otros niños jugar con
aros de llanta de bicicleta
a los que empujaban con un
alambre enganchado, era su
carro ,hacían caminitos en la nieve .
Hay
algo especial cuando cae la nieve por la noche y nos sorprende al abrir la
puerta y ver esa luz inesperada, como cuando salíamos de algún baile en el
gimnasio municipal, del Centro Cívico o del Casino de los Leones a las 2 de la
mañana, al terminar el baile, caminábamos enterrando los pies en la gruesa capa
de nieve, sólo con zapatos y calcetas, la maravillosa luz de la luna que
reflejaba la nieve blanca y cristalina con pequeños destellos como brillantes,
esta luz nos ayudaba a pasar por el puente de Arco de le Avenida Juárez, por la
pequeña cuesta que en ocasiones nos hacía caer por tanto hielo, no era muy
fácil detenernos, todo era muy divertido, hasta llegar casi congelados a la
casa, donde nos esperaba un regaño de mamá, después de todo lo que habíamos
caminado.
La
nieve aún me sigue dejando grandes recuerdos.
Lupita Palomera Vázquez
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