lunes, 27 de agosto de 2012

¿Qué sería...


¿Que sería un error sin memoria?

¿Una memoria sin recuerdos?

¿Recuerdos sin sentimientos?

 

La lluvia, una vez más,

Me mojó el pensamiento con los ayeres

De una vida virgen, inocente, tierna.

Con la piel de durazno y los labios carnosos.

De palabras torpes y miradas diáfanas.

Así como las manos suevas, sin oficio.

¡Ah, recuerdo la niñez!

 

Los tantos juegos aprendidos

y uno que otro improvisado.

El correr para no traer “la roña”

O para no ser “encantado”.

Gritar sin miedo a ser callado,

Reír por el placer de vivir.

¡Ah, recuerdo la niñez!

 

Brincar sobre los charcos de agua helada

Y cubrir las manos con capas de lodo.

De ese lodo de tierra casi naranja.

¡Ah, recuerdo la niñez!

 

Correr,

Caer,

Ver que tus rodillas sangran,

Pero levantase para seguir corriendo.

Para seguir siendo libre. Feliz.

¡Ah, como recuerdo mi niñez!

Porque si algo tuve,

Y en abundancia, fue;

lodo, sonrisas e infancia.
 
Shite Torres Figueroa

Mi nombre

Mi nombre es Luis Francisco. Nunca he tenido afinidad a él, siempre he pensado que son dos nombres muy comunes y nada especiales. De los dos muchas veces prefiero que me llamen Francisco, a pesar de que llevo ese nombre por mi padre –con el cual nunca me he llevado nada bien-. Es el único nombre con el que me identifico. Luis es un nombre que le gusto a mi madre, no creo que alguno tenga una historia relativamente especial, pero son mi legado me guste o no y cada quien terminara dándole la historia y honor que merece. No se si llegue a otorgarle algún estigma a este nombre o alguna gloria, no se si algún día llegue a cambiarlo, lo que si se es que cada persona le da su historia a su nombre y espero que ese día llegue pronto para el mio.

Francisco Quiroga

Celos de tus ojos

Siempre vienen a mi mente recuerdos y este está muy latente fue una mañana en la que fuimos a visitar a una amiga de mi mamá ella se llama Olí, fuimos mi madre, mi abuela y mis primas yo. Tenía como 7 años y recuerdo cuando íbamos bajando por el callejón que desde arriba se divisaba la casa de ella, era muy bonita a mi me parecía, era de color café  y las paredes estaban decoradas con piedras lisas y la puerta tenía un lente que me llamaba mucho la atención pensaba  que era fabuloso porque de esa manera podías ver antes de abrir la puerta y por otro lado que estaba bien pensado por aquello del peligro que fuera alguien indeseable o quizá si no querías abrirle a tal o cual persona  me gustaba mucho ir a esa casa, también tenía un barandal y una hermosa enredadera que llegaba hasta el techo de la casa, cuando llegábamos éramos muy bien recibidas, era fascinante desde que entrabamos a la casa tenía una sala muy grande y bien arreglada, cada cosa en su lugar  y tenía un tapete que empezaba en la puerta y terminaba hasta el último cuarto, atravesaba toda la casa.  Olí era una persona muy agradable y bonita era de una estatura no muy alta  más bien era bajita y siempre estaba sonriente,  la admiraba,  siempre andaba muy bien vestida.

 Ese día comimos pastel y después de un rato de que mi abuela y mi madre platicaran,  mi abuela les contó que a mí me gustaba cantar  y me dijo que cantara para ellas, yo sentí un poco de vergüenza pero de todos modos canté  una canción de Daniela Romo que se llama ”Celos de tus ojos”; para la ocasión usaba un vestido que me gustaba mucho, era un conjunto de blusa y falda como rosita con un cinto de color rojo y también me puse un anillo que me regaló Viki la vecina y amiga de mi madre.

El tiempo ha pasado ya, mi abuela falleció  mi madre está madura y con nietos,  Olí se casó y tiene dos hijas  y un hijo, vive en la misma casa pero  no es la misma ya se ha deteriorado con los años, pero en mi mente sigue latente aquel momento aunque yo también cambié,  ya estoy casada y tengo tres hijos pero sigue la emoción cada que recuerdo aquel momento, que ese  sí que no,  nunca cambiará.
Verónica Canela Bracamonte

¿Castigo o regalo?


Al inicio de mi carrera en el magisterio del estado, el maestro Rodolfino  de la SEC, me asignó una plaza en el último pueblo al sur de  Sonora algunos maestros me comentaron  que era zona de castigo y me asuste , sin embargo, viaje a la ciudad de Álamos para  ahí tomar el autobús que me llevaría mi destino, caminé  por la tarde admirando las calles y angostos callejones empedrados , la iglesia ,casas  balcones y hermosas  enredaderas en las ventanas, al día siguiente subí al Tropical , así llamaban al camión del Chinal. Recuerdo que no tenia techo , en caso de lluvia  le colocaban una lona sobre unos tubos en forma de arco, el camino era de terracería , pasamos por el rio Cuchujaqui pues rodea todos los pueblos  , estuve a punto de caer varias veces ,hasta que Daniel el chofer, un joven de veinte años, moreno de ojos verdes, me invitó a sentarme en  la cabina junto a él y  don  José , acepte  de inmediato. 

Le comenté  a Daniel  que renunciaría pues estaba demasiado lejos, esto me hizo tranquilizarme, conocí algunos frutos como los papaches, muy amargos, los papachitos  borrachos, muy dulces, pero tienen las propiedades del vino, también un pequeño fruto que  sirve para lavar ropa.

Después de cinco horas subimos una empinada y alta cuesta, a la derecha  vi un gran monumento de Cristo Rey, a sus pies se encuentra  el pueblo, al entrar  me sorprendió  lo que   veía,  las mujeres llevaban agua del pozo en cántaros sobre la cabeza,  los muchachos a caballo vestían  pantalón mezclilla, camisa amarrada con un nudo, pañuelo  alrededor del  cuello, sombrero y algunos con pistola, la mayoría  con ojos claros,  las casas de adobe, con su cocina fuera de la casa, los patios con muchos árboles, en ese momento olvidé que había pensado  renunciar.

Esa noche el director Abraham ,me llevo a casa de una familia muy amable, al día siguiente conocí a los que serian mis compañeros  e inseparables amigos  , Alfredo, Oscar , Betty, Lidia , Carmelita, juntos pasamos momentos muy felices ,por las tardes  Oscar y Chaman el joven director tocaban  la guitarra y cantaban, mientras tomábamos café, el comisario Momo nos presto una casa, sentía que era un sueño , fui  completamente feliz.

Pero todo principio tiene su fin, llego como relámpago el fin de cursos, mis compañeros se fueron lado de su familia, yo me quede hasta el ultimo momento, me resistía a dejar el pueblo, al Tropical, el canto de los gallos al amanecer, el trotar de los caballos que iban a las milpas, los alegres gritos de los niños, la hora de la cena a la luz de la lámpara, a mis amigos, las serenatas, las tardes, que paseábamos a caballo. Fue un gran regalo estar  en ese lindo pueblo.

Aun indecisa una mañana subí al camión, a mi inolvidable  Tropical , Daniel sin decir nada empezó a  recorrer  las callecitas del pueblo, los niños de la escuela  nos seguían diciendo adiós, en la salida del pueblo estaban mis amigos, amigas, mi novio a caballo, Daniel me  preguntó qué haría, y tomé  la decisión más difícil de mi vida , dejé  atrás la mejor época de mi vida. Les dije  adiós.

Guadalupe  Palomera.

viernes, 24 de agosto de 2012

Si ya no la quieres

 Si ya no la quieres no la molestes, no tienes por qué fijarte en ella, ignórala que se de cuenta que ya no te importa, hasta hazla sufrir.

Si ya no la quieres por ningún motivo vayas a prestarle cosas personales, y mucho menos estés fingiendo en los panteones que te duele lo que a ella, no le hables, es mejor que se de cuenta que ya no la quieres que ya no te importa, olvídate de su existencia, no tiene caso que ella se de cuenta que la recuerdas, ni se te ocurra mucho menos regalarle una flor ya sea una rosa o una orquídea porque sabes que con eso se derretiría por que eso ya son palabras mayores, ella pensaría que sí la quieres y túsabes que en realidad ya no la quieres, que lo que fue ya no es, recuerda que los animales son su debilidad así que tampoco le vayas a querer regalar algún cachorro de alguna especie; y los domingos mucho menos, esos días son especiales para ella, así que del café ni hablamos, nunca nunca se te ocurra querer invitarla un café, y a sus hijos ni se los menciones, olvídate mejor vete a vivir a otro país donde las mujeres canten en otro idioma.
No te queda más mejor pártele…el padre.

Verónica Canela Bracamonte

Esta es una fotografía

… que me llena mucho ver, es de cuando cumplí dos años de edad, me celebraron con un pastel en cas de mi abuela materna, allá frente a la lechería Quiroga en una casa que era muy fresca en el verano y muy calientita en invierno, tenía un patio enorme donde siendo niño no había tiempo para enfadarse, mucho menos si era tiempo en que los árboles frutales estaban cargados… Recuerdo claramente el ardor en la piel que nos provocaba la leche que salía de la higuera al cortar sus frutos, allá por el Ejido de Cananea Vieja. En ese tiempo mi familia vivíamos en el rancho de La Mariquita que obviamente estaba ubicado en la falda de la sierra que lleva el mismo nombre; bajábamos a Cananea cada quince días o cada mes para llevar provisiones. Éramos mis padres, mi hermano y yo; en ese tiempo nos llevaban a caballo o a pie.
Yo no recuerdo mucho de estas vivencias pero aprendí a vivirlas y disfrutarlas en las palabras y la emoción de mis familiares al contarnos tantas aventuras que vivieron con nosotros al hombro. Como ese rancho pertenecía al Ejido José María Morelos, San Pedro, mi padre salía mucho para allá, cuando no andaba en las corridas de ganado estaba campeando, fue muy buen cocinero entre sus compañeros, hacía un rico y aromático café de olla, horneaba pan y consentía el paladar de muchos, debieron saber a gloria estos manjares campiranos, acompañados de sus respectivos burritos paseados que algunos llevaban, así es que cuando había que bajar a la ciudad por alguna vacuna o visitas médicas, nos cuenta mi má que nos traían dos leñadores que subían seguido a la sierra a traer leña para sus casas o para vender, ellos eran un señor apodado El Trucutrú y otro a quien decíamos El Cubano. Hemos tenido el placer de reencontrarlos, presentarnos con ellos y a todos nos da mucho gusto saludarnos, siguen con pie firme como entonces, fuertes como robles y nobles, con esa sonrisa de siempre; gente buena de pueblo, mi gente, estamos eternamente agradecidos por todas sus inolvidables atenciones y paseadas en burro y cargadas a gogote como dicen ellos.

Mary Vera Vásquez

El nombre

Hay felicidad en este hogar y una novedad, todos  comentan: ¿Cómo será?
Y es que desde hace mucho tiempo no había tanta dicha, llegará  un nuevo integrante y será niña.
- ¿Cómo le vamos a poner? Preguntó mi madre.
- Quizá Ana, o tal vez Mercedes, respondió la abuela… o Ana Mercedes.
- Mejor que se llame Alejandra.
- ¿Alejandra? No, no. Que se llame mejor Roxana.
- ¿Roxana? Preguntó mi madre.
- Sí, sí, Roxana sí. Es un elegante nombre. Se llamará Roxana.

Mi hermana se llama entonces Roxana.

Y yo pregunté: ¡Por qué me llamo Verónica?
- Tú te llamas Verónica porque así te puso tu padre, dijo mi madre. Verónica como la muchacha hermosa que él conoció allá en Tijuana cuando fue a trabajar.
Entonces Verónica soy. Después supe que es un nombre hebreo y su significado es: muy agradable, complaciente, que trae consigo la paz.
Me evoca mujer, dispuesta, servicial, amiga, madre, luchadora.
Simplemente Verónica.

Verónica Canela Bracamonte

jueves, 23 de agosto de 2012

Si ya no importa

Si ya no te importa, deja de joder
Déjale en claro que te vale madre su vida
¿Por qué vas a cantarle las mañanitas?
¿Qué chingados te importa su salud?
En vez de comprarle algo… ¿Por qué no te compras un perro?
Recuerda que ya no te importa
¡DEJA DE JODER!
¡Si necesita algo… tú no se lo prestes!
Si vas al funeral de sus padres, solo presenta tus respetos
¡Un arreglo de rosas y lárgate!
¡Deja de tomarle fotografías, imbécil!
No vayas de paseo con ella
No busques estar solo con ella
¡Ella no existe!
No preguntes… solo vete
Ella no necesita tu opinión para vestirse, no se la des
Ya no te importa, ¡que te quede bien claro!
No la invites al cine
No la lleves a ver una tonta película de vampiros fluorescentes
¡Contigo NADA!
Si te dan una golpiza
No vayas a que te lama las heridas, para eso hay veterinarios
Si ya no te importa
Olvídate de que alguna vez nació
Te ahorrarás mucha plata en regalos estúpidos
Si ya no te importa
¿Por qué demonios vas a tocar a su puerta?
¡¿A pedir una tacita de azúcar?!
Las mejores medicinas son las amargas, ¡idiota!
Mejor vuélvete una analfabeta, o mejor una analfabestia
¡No le escribas!
Si ya no te importa
¡Déjaselo bastante claro!
No derrames lágrimas de cocodrilo
Las rosas se morirán
Al igual que lo que hubo entre ustedes
Orquídeas, rosas, tulipanes
¡Todo se marchita!
Deberías dejar que pase lo mismo con tu recuerdo
Ella no necesita animales
Contigo tuvo suficiente
Cuídate del horario
Las horas de la noche
Donde la pasión se puede palpar con la mirada
¡Evítalas!
Déjala dormir en domingos
Tuvo una semana muy cansada
Para lidear contigo
Si ya no te importa
Ve a pasear a tu perro
Bebe un par de tragos con tus amigos
¡No le des razones para creer que te importa!
Que nunca te vean merodeando por su casa
Que nunca te vean en su vecindario
Olvídate de lo que fue
Olvídate de lo que pudo haber sido
Ni un futuro, ni el de ella están escritos en piedra
¡Pero si su pasado juntos!
Largate de este maldito lugar
Donde no puedas verla ni por error
¡Lárgate y no voltees atrás!

                             Luis Francisco Quiroga

miércoles, 22 de agosto de 2012

El árbol

Hace mucho tiempo, más de 40 años, mi padre compró una pequeña casa de adobe a la que con el tiempo hizo cambios, el terreno era grande con muchos árboles llamados olmos, tuvo que quitarlos, eran varios, pero entre todos ellos había un fresno pequeño, a mi papa le gustó mucho, dijo que era un árbol muy fuerte y que su sombra sería tan grande que cubriría todo el patio, desde ese día estuvo junto a él, el árbol creció mucho, sus hojas tocaban el suelo, formaban cuevas y los niños de la familia decían que eran casitas.
Mi papá con mucho cariño hizo un columpio para sus nietos en el brazo amoroso del fresno, ellos crecieron y pocas veces se acercaron después al árbol, pero mi padre seguía cerca de él, bajo su sombra en primavera o en invierno cortando leña, tomando su café, o platicando con algún vecino, hablaba de él como alguien muy querido.
Un día de noviembre frío y triste, cuando el viento soplaba con fuerza y opacaba el día soleado, mi padre enfermó.
Durante cuatro años estuvo casi inmóvil y pocas veces pudo estar bajo su protección, el fresno lo extrañaba, estaban tan unidos que el árbol empezó a apagarse, cuando mi padre se dio cuenta lloró en silencio y murmuró: “se está secando, le faltan muchas hojas” y lentamente secó sus lágrimas con torpeza, cada movimiento le costaba mucho trabajo, pero no lloró solo, también nosotros lloramos porque sin decirlo sentimos miedo a perderlo, nos dimos cuenta que les quedaba poco tiempo a los dos, existía ese extraño lazo invisible entre ambos.
Una mañana de enero, el último brazo del árbol estaba por caer y sentí como un golpe en el pecho, sentí miedo, pero no nos atrevimos a cortarlo, en ese día de enero mi padre se fue y también el ultimo brazo del árbol.
Yo aun lo busco todos los días junto al tronco seco del fresno.
  
   Guadalupe Palomera Vásquez.       

Aquel otoño

... cuando el calor era amable y hacia espacio al viento para secar un poco el sudor que corría por mi frente,  grita mi primo (el mayor): - ¡Corre! Puesto que sólo me faltaba pisar la última base, que no era nada más que un bulto de piedras, para anotar otra carrera.
Sin saber por dónde había escapado la pelota, corrí directo a la base. Justo cuando otro de mis primos dice: Ya no vamos a jugar, es la tercera vez que la pelota cae a la barranca y no iré por ella.
No podíamos dejar el juego así. Estábamos empatados con dos carreras y el perdedor compraría los refrescos. Así que mi primo (el mayor) y yo decidimos aventurarnos y bajar por la rocosa barranca llena de árboles. Más que una barranca, parecía un pequeño bosque seco.
Tenía miedo de bajar porque ya era tarde, algo así como las seis o siete de la tarde, pero mi primo me tomó del brazo (el derecho, lo recuerdo bien) y bajamos lentamente, sosteniéndonos de los troncos y usando las piedras grandes como escalones.
Fui yo quien encontró la pelota, pero también fui la primera en caer. Mi primo parecía que se iba a desmayar de la risa (y yo también). Tomó una lánguida rama, para ayudarme a subir y justo cuando la agarré, la jalé con la fuerza que me había dejado tanta risa, hasta que hice que mi primo se arrastrara a donde estaba.
Cuando por fin pudimos dejar de reír y que subimos, mi primo dijo que no volvería a bajar conmigo. Terminamos con raspones desde las piernas y brazos hasta las mejillas, sin mencionar las pequeñas ramitas que se nos habían enredado en el cabello.
Eso sí, los refrescos no los compró mi equipo…

                               Shite Torres Figueroa

De fantasmas

Tal vez las noches eran iguales a las de hoy, tal vez el viento sea el mismo; a lo mejor un perro ladrando insistente, o algún gato huyendo haciendo ese dramático e incómodo chillido, yo no sé, sólo supongo que todo era igual a los días de hoy.
Entras a la cocina, subes el escalón y a la izquierda el cómodo y fiel cuarto, que es de ayer, hoy y mañana, supongo. A la entrada, la cama pequeña y azul, combinada con ese rojo y descolorido dibujo, que bien no se notaba ya, casi una mancha era, había sido del quinto de mis hermanos para al final usarla yo, siendo ésta acompañante en mis arrullos, mis sueños, mis visiones.
Tenía tres o cuatro años de edad, todas las noches, recuerdo ¡qué tiempos aquellos! mi mamá apagaba la luz, me tapaba, me daba un beso y algo me decía de buenas noches; yo, callada, sabiendo que así debía ser, aceptaba que era ya la hora de dormir, y veía a mi mamá acostarse al lado de mi padre, todo dentro de una escena común; yo no hablaba, creo que cerraba los ojos, o los mantenía abiertos tal vez esperando algo, la verdad no lo sé bien, pero al lado de mi pequeña cama, en todo lo oscuro, en donde todos estaban dormidos, aparecía en la noche esa silueta robusta de mujer, tal vez una anciana, a mi recuerdo sí era muy gorda, tenía faldas largas, y si no lo imaginaba, también un pañuelo en la cabeza, no sé si tocaba mi cobija o sólo me miraba, ahí, muy de cerca en la cama, pero ¡cómo me daba miedo!.
Tampoco sé a los cuantos años dejé de mirarla, y hasta que llegué a joven, un día simplemente apenas y le conté a mi madre, jamás pude decirlo cuando me sucedió, no me lo explico haberlo callado, tal vez siempre tuve la duda de que sólo fuera mi imaginación o en verdad estuvo ella ahí, todas las noches, por no sé cuanto tiempo.

                                          Carolina Lara Mungarro

martes, 21 de agosto de 2012

Escalones y colores

Afuera empieza a atardecer, un sobresalto o curiosidad invade ese instante. Momento de correr, reír, libres de sentir y disfrutar ese momento preciso.
Se puede percibir el olor de aquel árbol de azahar, ese aroma que penetra hasta los más recónditos sentidos, de pronto una lluvia refrescante que está cayendo mas no está mojando. Cercados de una calle angosta, carcajadas desfigurando risas en algunos niños del barrio. Ese instante mágico sin sueño y con ansias de seguir jugando. Cómo inventar el tiempo o hacer horas mas largas para no terminar ese gran día de diversión, necesita ser más eterno ese momento…
Cierro los ojos y pienso: Mañana será día de escuela. ¿Cómo pudiera ser? O mas bien ¿Hacerse para que la escuela fuera divertida? Por hoy es mejor no pensar en escuela.
Empiezo a correr casi lo olvido, me están esperando en los escalones mi hermano, hermana y amigos, el juego casi empieza y yo por estar imaginando casi pierdo que se me asigne un color a mi oído. Seguidamente me sugieren el color en voz baja como secreto, solo que no me gusta el color, o será que ya hemos jugado tanto a "Los Colores” así le llamamos al juego. De tanto correr me siento cansada y en voz baja sugiero escarlata, no se por qué se les olvida ese nombre, cada vez que jugamos me lo pongo, cuando quiero permanecer mas tiempo sentada. Hay algo más,  me desespera ver que mi hermana menor sea atrapada antes de llegar a los escalones, o a su vez no puede atrapar a nadie… A veces si tengo que guardar secretos de colores y no hago uso para que pueda ella utilizarlos y permanecer sentada en esos escalones.
Sentir y disfrutar ese momento preciso antes de que la noche empiece a llegar, te llena de alegría y entusiasmo para otra tarde mas, otro día con los amigos que allí estarán.
Anahlii Ramos Burgos