miércoles, 22 de agosto de 2012

De fantasmas

Tal vez las noches eran iguales a las de hoy, tal vez el viento sea el mismo; a lo mejor un perro ladrando insistente, o algún gato huyendo haciendo ese dramático e incómodo chillido, yo no sé, sólo supongo que todo era igual a los días de hoy.
Entras a la cocina, subes el escalón y a la izquierda el cómodo y fiel cuarto, que es de ayer, hoy y mañana, supongo. A la entrada, la cama pequeña y azul, combinada con ese rojo y descolorido dibujo, que bien no se notaba ya, casi una mancha era, había sido del quinto de mis hermanos para al final usarla yo, siendo ésta acompañante en mis arrullos, mis sueños, mis visiones.
Tenía tres o cuatro años de edad, todas las noches, recuerdo ¡qué tiempos aquellos! mi mamá apagaba la luz, me tapaba, me daba un beso y algo me decía de buenas noches; yo, callada, sabiendo que así debía ser, aceptaba que era ya la hora de dormir, y veía a mi mamá acostarse al lado de mi padre, todo dentro de una escena común; yo no hablaba, creo que cerraba los ojos, o los mantenía abiertos tal vez esperando algo, la verdad no lo sé bien, pero al lado de mi pequeña cama, en todo lo oscuro, en donde todos estaban dormidos, aparecía en la noche esa silueta robusta de mujer, tal vez una anciana, a mi recuerdo sí era muy gorda, tenía faldas largas, y si no lo imaginaba, también un pañuelo en la cabeza, no sé si tocaba mi cobija o sólo me miraba, ahí, muy de cerca en la cama, pero ¡cómo me daba miedo!.
Tampoco sé a los cuantos años dejé de mirarla, y hasta que llegué a joven, un día simplemente apenas y le conté a mi madre, jamás pude decirlo cuando me sucedió, no me lo explico haberlo callado, tal vez siempre tuve la duda de que sólo fuera mi imaginación o en verdad estuvo ella ahí, todas las noches, por no sé cuanto tiempo.

                                          Carolina Lara Mungarro

No hay comentarios:

Publicar un comentario